jueves, 2 de enero de 2020

¡Superhéroes en el mundo!

La historia de los superhéroes se remonta al dieciséis de Julio de mil novecientos cuarenta y cinco, cuando en una zona remota de Alamogordo, al suroeste de Estados Unidos, el Proyecto Manhattan culminó con la prueba Trinity. Archivos desclasificados recientemente nos dicen que la intención del gobierno estadounidense era crear un arma de destrucción masiva como el mundo no había visto nunca que le sirviera para poner fin a la segunda guerra mundial… y en cierto modo lo consiguieron porque, pese la prueba fue un rotundo fracaso, las consecuencias de llevarla a cabo todavía resuenan con fuerza hoy día. 
Los perplejos científicos y personal militar participantes del proyecto, y presentes en el momento de la prueba, definieron su resultado como “un enorme haz de luz cegadora que se quedó flotando sobre el suelo durante varios minutos, fluctuando como la aurora boreal.” Años más tarde se sabría que, en realidad, lo que la prueba Trinity produjo fue una grieta en el tejido del espacio-tiempo que conectó nuestro mundo con una dimensión desconocida, y a través de ella, toda una serie de energías alienígenas se filtraron a nuestra realidad durante los trece minutos y quince segundos que el portal se mantuvo abierto, antes de que colapsara sobre sí mismo. 
 Al no producirse ningún efecto colateral visible en aquel momento, todo el asunto fue silenciado y archivado como alto secreto. El Proyecto Manhattan se abandonó para siempre, y los estudios que habían llevado hasta allí destruidos por seguridad… pero tan sólo unos meses más tarde, a finales de verano, una mujer que el mundo conocería por el falso nombre de Michelle Smith, que fue becaria de Robert Oppenheimer y estuvo presente el día de la prueba Trinity, comenzó a notar ciertos síntomas que los médicos confundieron al principio con un cáncer. Sin embargo, cuando se detectó alrededor de Smith una radiación de origen desconocido, y cuyas lecturas resultaron ser similares a las obtenidas tras la apertura temporal del portal, fue aislada en una sección específicamente creada para tan motivo del Área 51. Allí, los pocos testigos que han podido hablar sobre ello, afirman que Smith comenzó a mostrar ciertas capacidades que sólo pudieron describir como “sobrenaturales”.
Una semana más tarde, un gabinete de crisis en la Casa Blanca informó al presidente Truman de la situación en el Área 51, y éste se mostró muy interesado en conocer las aptitudes de la que él denominó “Mujer Milagro”, apodo con el que sería conocida en adelante. Michelle Smith desarrolló por culpa de su exposición a la radiación interdimensional un conglomerado de poderes, como capacidad de vuelo, superfuerza e invulnerabilidad ante cualquier tipo de arma conocida, así como una resistencia muy superior a ambientes extremos de calor, frío e incluso vacío.
El presidente Truman no dudó a la hora de explotar el potencial de la “Mujer Milagro”, y la empleó como arma que pusiera fin de una vez a la segunda guerra mundial. Una demostración al mundo de poder, donde Smith sobrevivía a la explosión de un misil dirigido contra ella y luego hundía un portaaviones de la armada americana con sus manos desnudas, fue suficiente para que Japón aceptase la Declaración de Postdam, que incluía el compromiso de rendirse sin condiciones.
Con la segunda guerra mundial acabada, la “Mujer Milagro” mantuvo un bajo perfil, pero en el año cuarenta y siete, según han revelado informes desclasificados recientemente, el presidente Truman planeó utilizarla de nuevo para acabar con la Unión Soviética. Smith, que no tuvo ningún problema en aceptar formar parte de las amenazas contra Japón unos años antes, se negó en esta ocasión a ser utilizada de nuevo como arma de guerra, y sin su colaboración, el plan nunca llegó a ejecutarse. Como represalia por su rebeldía, el gobierno estadounidense acusó a la “Mujer Milagro” de ser un peligro para el mundo, argumentando que no existía en la práctica una forma de tenerla bajo control. Estas acusaciones consiguieron poner en su contra a buena parte de la opinión pública durante los meses siguientes.
Sin embargo, la infamia no duró mucho, puesto que ese mismo año ocurrió lo impensable, y Estados Unidos se vio atacado por un suprahumano conocido como “Továrishch”, o “El Camarada” en nuestro idioma, vinculado a la Unión Soviética. Ante la imposibilidad de detenerle por medios convencionales debido a sus aptitudes sobrehumanas, que rivalizaban con las de la “Mujer Milagro”, Smith se vio obligada a enfrentarse a él para salvar a su país de la destrucción en una batalla que provocó miles de muertos en la ciudad de Nueva York. Finalmente, “El Camarada” fue forzado a retirarse de territorio estadounidense.
No obstante, este nuevo hombre superpoderoso no fue el último, y no tardaron en aparecer por todo el mundo personas que disfrutaban de algún tipo de poder que las hacía especiales. Ante esta inesperada multiplicación de suprahumanos, las dos grandes potencias llegaron a un pacto de no agresión que pretendía tanto evitar los enfrentamientos entre suprahumanos de un lado y del otro, cuyas luchas eran capaces de provocar estragos en la población civil y las infraestructuras, tal y como se demostró en Nueva York, como permitir a estos gobiernos concentrar sus fuerzas en controlar un fenómeno que cambiaría la historia de la humanidad de forma dramática.
Durante los años siguientes, por todo el mundo el número de suprahumanos, o súpers como se les llamó coloquialmente, no hizo más que multiplicarse, unos fruto de la radiación residual filtrada por todo el planeta tras la prueba Trinity, otros por accidente al tratar de estudiarla y comprenderla, y algunos incluso de manera intencionada en experimentos científicos de dudosa ética o legalidad.
Fueron tiempos convulsos en los que tanto superhéroes como supercriminales se hicieron conocer en el mundo por sus increíbles actos de valor o sus terribles crímenes, pero el mayor conflicto, aquél que pudo hacer saltar el mundo por los aires, ocurrió tras la revolución cubana, cuando disidentes cubanos entrenados por la CIA desembarcaron en Bahía Cochinos y fueron derrotados por un suprahumano soviético conocido como “Depredador”, en lo que supuso la teórica ruptura del pacto de no agresión entre Estados Unidos y la URSS.
Como respuesta, el gobierno americano planeó unir a un grupo de superhéroes con la intención de conquistar Cuba, pero la inteligencia rusa lo detectó y reaccionó formando su propio grupo con base permanente en la isla para amenazar a Estados Unidos. Finalmente la sangre acabó por no llegar al río, y antes de desatar el apocalipsis se alcanzó un pacto diplomático para no volver a usar a suprahumanos en los conflictos entre ambos países de nuevo… sin embargo, las consecuencias de la conocida como “Crisis de los súpers” serían graves: el telón de acero se convertiría en algo literal cuando el muro de Berlín, de reciente construcción, se amplió hasta dividir toda Europa, desde Alemania hasta la frontera de Italia y Grecia, abarcando los países de Hungría, Rumanía, Bulgaria, Albania, Polonia y Checoslovaquia en el lado soviético. Frontera que se mantiene inalterable hoy día.
Pero los superhéroes no han sido un fenómeno que sólo afectara a las dos grandes potencias en décadas pasadas, la repentina aparición de gente con superpoderes también tuvo repercusión en nuestro país, y ya en mil novecientos cincuenta y nueve, como parte del Plan Nacional de Estabilización Económica de la dictadura de Franco, se formó el primer supergrupo oficial de nacionalidad española denominado “Los Tercios”, en referencia a la unidad militar de élite del ejército español durante la época de la Casa de Austria.
Este supergrupo estuvo encabezado por un maestre de campo conocido como “El Patriota”, devoto militar de la causa franquista dotado de una fuerza y resistencias sobrehumanas, además de un gancho de derecha que nadie ha podido igualar hasta la fecha. El segundo al mando fue el Capitán Falange, antiguo instructor de la Falange con una habilidad sobrehumana con el arco, conocido por ser capaz de lanzar cinco certeras saetas de un solo disparo. Les seguían Flecha de Plata, mujer vasca con el don de la supervelocidad; Águila negra, individuo de pasado desconocido capaz de volar y experto en el combate cuerpo a cuerpo; y El Centinela de Occidente, hombre de fe que abandonó la sotana en favor de la espada y el escudo.
Alabados por el régimen, los Tercios disfrutaron de apenas quince años de gloria combatiendo a los enemigos de España, en su mayor parte comunistas y subversivos contra el régimen. Pero el veinte de diciembre de mil novecientos setenta y tres comenzó la debacle del supergrupo cuando Carrero Blanco fue asesinado por la mismísima Flecha de Plata, que resultó ser parte de la organización terrorista ETA. Su legendaria supervelocidad no la salvó acabar ajusticiada poco más tarde por El Patriota en persona, y los Tercios jamás volvieron a ser los mismos después de aquellos sucesos que conmocionaron al país, y que tal vez sentenciaron a un cada vez más agotado franquismo.
Para suplir la baja de Flecha de Plata, se unió a ellos una joven muchacha que apenas contaba con quince años en aquel entonces conocida como “Augurio”, cuya capacidad de precognición prometía ser muy útil de cara a sus futuras luchas. Sin embargo, el Patriota no volvió a ser el mismo desde la muerte de Carrero y la traición sufrida por alguien que consideraba una aliada, y el supergrupo, visto más como una fuerza represora por los sectores progresistas que como el símbolo nacional que pretendía ser, redujo dramáticamente su actividad. Al final, en el año setenta y cinco, tras la muerte de Franco, los Tercios se disolvieron.
Poco se sabe de la mayor parte de sus miembros a partir de entonces. Tanto Águila Negra como el Capitán Falange desaparecieron de la escena pública y no se volvió a saber de ellos. El Centinela de Occidente encabezó durante los primeros años de la transición causas en favor de la familia y la fe cristiana, en especial contra el divorcio y el aborto, hasta que en el año ochenta y ocho falleció debido a su avanzada edad. Sólo Augurio, todavía una joven superheroína con mucha carrera por delante, continuó en la lucha activa contra el crimen, y ésta, por fortuna o desgracia, acabó llevándola a reencontrarse con El Patriota, al que todos creyeron tan desaparecido como Águila Negra y el Capitán Falange.

La noche del veinticuatro de enero de mil novecientos setenta y siete, el antiguo superhéroe dio el paso definitivo para convertirse en un temible supercriminal al cometer una masacre en un despacho de abogados laboralistas de Atocha, tras lo cual fue declarado en busca y captura. No fue hasta el año ochenta y uno, el veintitrés de febrero, cuando reapareció con la idea de asaltar el palacio de las cortes durante la votación para la investidura del candidato a la presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo. Fue la espectacular actuación de Augurio, prediciendo cómo iba a actuar su antiguo líder, la que permitió poner a salvo a los diputados y frustrar el golpe. Tras aquello, el Patriota, que pese a todo logró escapar, se exilió del país, y Augurio fue alabada incluso por sus más críticos, que hasta entonces le reprochaban haber pertenecido al supergrupo franquista.

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