LOS MARGINADOS 3
Todavía era muy temprano, apenas
había amanecido, pero Yerik se encontraba ya en la diminuta cocina de su
cabaña, calentando el agua para el desayuno en una tetera. Tatareó una vieja
melodía rusa mientras esperaba a que el agua hirviera, y levantó la cabeza cuando
creyó escuchar un ruido en el comedor.
—¿Harriet? ¿Eres tú? —preguntó en voz alta, pero no obtuvo respuesta alguna. Tampoco la habría recibido aunque hubiera sido Harriet, y se recriminó a sí mismo siquiera pensar que podía ser ella cuando llevaba postrada desde hacía una semana. Soñar con que fuera a levantarse por su cuenta era hacerse ilusiones. De hecho, dado su delicado estado de salud, mucho se temía que ya no volviera a levantarse jamás.
El ruido probablemente sólo fuera el crujir de la cabaña al ser azotada por el viento. El frío intenso que venía del norte había llegado para quedarse, y pronto su ya de por sí aislada vivienda quedaría todavía más aislada por la nieve. Así hasta que llegara la primavera y el deshielo, cuando el valle se llenaría de color verde por un breve periodo de tiempo. Todo apuntaba a que para entonces ya se habría quedado solo, pero lo bueno que tenían las largas enfermedades era que te daban tiempo a asimilar el cambio, aunque no por eso el golpe iba a ser menos duro.
—¿Harriet? ¿Eres tú? —preguntó en voz alta, pero no obtuvo respuesta alguna. Tampoco la habría recibido aunque hubiera sido Harriet, y se recriminó a sí mismo siquiera pensar que podía ser ella cuando llevaba postrada desde hacía una semana. Soñar con que fuera a levantarse por su cuenta era hacerse ilusiones. De hecho, dado su delicado estado de salud, mucho se temía que ya no volviera a levantarse jamás.
El ruido probablemente sólo fuera el crujir de la cabaña al ser azotada por el viento. El frío intenso que venía del norte había llegado para quedarse, y pronto su ya de por sí aislada vivienda quedaría todavía más aislada por la nieve. Así hasta que llegara la primavera y el deshielo, cuando el valle se llenaría de color verde por un breve periodo de tiempo. Todo apuntaba a que para entonces ya se habría quedado solo, pero lo bueno que tenían las largas enfermedades era que te daban tiempo a asimilar el cambio, aunque no por eso el golpe iba a ser menos duro.