Como decía, el problema de introducir a los viejos personajes en Generación Z era la propia saga de Crónicas Zombi. Me gusta ser justo con mis personajes, no tanto en el sentido de que lo que les ocurre sea justo como de respetar sus arcos argumentales. Por ese motivo, una vez les di un final en Crónicas Zombi devolverlos a la acción conllevaba una injusticia... la injusticia de volver a estar en peligro.
Cuando me planteé escribir Crónicas Zombi quería contar una historia cercana (en el sentido de que los protagonistas eran gente común, algunos con más suerte que habilidad) y en cierto modo realista (sin demasiadas flipadas), pero también cruda, donde la muerte acechaba en cada esquina y nadie estaba a salvo... creo que es evidente que si bien los primeros libros podían ser así, a la larga fracasé estrepitosamente. Me gustaban los personajes, y me gustaba contar sus aventuras que llevarlos a la muerte. En los últimos libros, si bien se perdieron personajes importantes (Gonzalo, Sergio, Irene, Rhiannon, Ojos Verdes) es cierto que la crueldad y la crudeza ya no eran las que fueron antaño (en mi idea original, y cuando digo original me refiero a muuuucho antes de siquiera comenzar a escribir No hay lugar seguro, la idea era que al final Susi muriera y que Carlos y Sergio se mataran el uno al otro)
Y llegamos a Generación Z con esas dos premisas: por un lado el terror y la crueldad habían dejado en cierto modo paso a la aventura, y por el otro no quería matar a los personajes que se ganaron su supervivencia. Mala combinación para un libro de literatura Z, ¿verdad? Seguimos.
En mi cabeza había dos fuerzas contrapuestas en ese momento. Una era la necesidad de contar la historia de Susi, cosa que me apetecía mucho, la otra era saber que tendría que llevarme a algunos personajes por delante, cosa que no me apetecía nada. No fue un dilema fácil de solucionar, ni mucho menos. Ya tenía muy desarrollada la historia de Susi y de Izan, incluso parte escrita, cuando di con algo que, a priori, me parecía una solución, aunque resultara terrible.
En la historia inicial Cris estaba viva. El embarazo y el aborto habían sucedido igual, y por ese motivo no estaba en su mejor momento anímico, pero vivía. Las ideas en esta trama aún no estaban del todo desarrolladas, más o menos tenía claro lo que iba a hacer con Carlos (al que me planteé matar al final), pero no sabía qué hacer con Cris, porque no me encajaba su estado anímico con mandarla por ahí a buscar a Susi, pero tampoco quedándose en casa (donde básicamente no haría nada). La solución llegó de repente a mi cabeza: Cris está muerta. Recuerdo que cuando se me ocurrió estaba a punto de dormirme y salí de la cama a toda prisa para apuntarlo encima de las anotaciones que tenía sobre el personaje y su trama, como si pensara que se me iba a olvidar.
No fue una decisión fácil ni mucho menos. De hecho estuve mucho tiempo luchando por buscar una alternativa... pero era perfecta. Devolvía algo de crueldad al mundo, que falta le hacía, con una muerte nada heroica y sin significado alguno, y lubricaba TODAS las demás tramas del libro, que fluían mucho mejor con esa premisa. Como Thanos, al final fue inevitable, así que de un chasquido Cris desapareció para siempre.
Quiero reiterar lo jodida que fue esa decisión. Me estuve planteando bizarradas como que Judit tuviera su cuerpo zombificado escondido y tratara de revivirlo con la sangre de Izan (no es la primera absurdez así que se me ocurre, ya en Tierra de Muertos me planteé que el doctor le curara la ceguera a Sandra... la idea molaba bastante, pero al final el sentido común se impone siempre).
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