sábado, 19 de julio de 2014

¡Adelanto de Tierra de muertos!


Para ir abriendo boca, he decidido adelantaros la mitad más o menos del primer capítulo del próximo libro de Cronicas Zombi: Tierra de muertos. El texto aún tiene que ser revisado antes de la versión definitiva, pero creo que está ya lo suficientemente presentable como para ir abriendo apetito de zombis. Así que, sin más preámbulos, tendreis el medio-capítulo después del salto.

 

SANDRA

 
La moto de Josema era mucho más potente y bonita que la de mi novio, ¡donde iba a parar! Cuando apareció en el portal de casa con ella flipé. Aquella era la moto de un hombre de verdad, no la scooter de un niñato, con la que Rubén me llevaba al instituto cada día para que no tuviera que coger el maldito autobús.
Sabía que no estaba bien, ni siquiera para mí, engañar a mi novio por una buena moto… y menos con uno de sus amigos. Pero últimamente Rubén se estaba volviendo demasiado moñas, y la verdad es que pasaba de ese rollo de “novia formal” en el que quería meterme. Yo lo único que quería era que saliéramos por ahí, divertirnos y acostarnos de vez en cuando mientras pudiera hacerlo, es decir, hasta que terminara el trimestre, mis padres vieran las notas y me cayera otra bronca y otro castigo que me las vería y me las desearía para burlar. Estaba deseando cumplir los dieciocho para no tener que darles tantas explicaciones de mi vida.
Además, tampoco era como si Rubén me hubiera sido fiel del todo. Maya me aseguró que le tiró los trastos una tarde que se encontraron en la biblioteca del instituto, y todavía se intercambiaba mensajitos por móvil con su ex novia de vez en cuando, aunque él se justificada diciendo que solo eran amigos… ¡por favor! ¿Qué clase de persona seguía siendo amiga de sus ex? Yo no había vuelto a saber nada de Javi, ni de Juan, y mucho menos de Jairo. Las tres “jotas”, como me gustaba llamarles.
-¿No quieres ponerte el casco? –Me ofreció Josema cuando paramos en un semáforo. El imbécil que conducía el coche que paró a nuestro lado, un viejo verde salido, se quedó mirándome las piernas como un pervertido. Tuve que enseñarle el dedo corazón para que volviera la vista al frente.- Que si quieres ponerte el casco, digo.
-No, que me despeino. –Le respondí asegurándome de que el viento no había conseguido aquello ya.- ¡Métele caña a esto, que vamos tarde!
No íbamos tarde, habíamos quedado en la puerta de la discoteca hacía solo diez minutos, pero conociendo al resto del grupo eso era pronto. Lo que de verdad quería era ver lo rápida que podía ser su moto, cosa que no tardé en comprobar cuando el semáforo se puso en verde.
-¿Qué? ¿Tira o no tira la burra? –Preguntó con un deje orgulloso cuando por fin llegamos al aparcamiento.
-Tira, tira.- Admití bajándome de ella.- ¡Ah mira! Ahí están los demás.
Mis amigas Maya, Adriana y Virginia nos esperaban ya en la puerta. Adriana venía sin Xavi, así que deduje que debían haber tenido otra de sus broncas.
-No conocéis a Josema, ¿verdad? –Les presenté cuando llegamos a la puerta.
-Pues no. –Respondió Adriana, adelantándose para ser la primera en darle dos besos.
No pude evitar regodearme en la envidia que percibí en las miradas de las tres. No solo tenía una moto más grande, sino que Josema estaba mucho más bueno que Rubén… y por supuesto que Xavi o que Guille, el ex novio de Virginia.
-¿Estáis seguras de que nos dejarán pasar aunque seamos menores? –Preguntó Maya nerviosa, una vez hechas las presentaciones.
-Que sí, no te preocupes. –Le aseguró Adriana.- Ya te he dicho que conozco al de la entrada, no nos van a pedir el DNI ni nada y encima nos cuela gratis.
-¡De puta madre tía! –Exclamó Virginia ilusionada.
Tenía motivos para estarlo. Esa noche se celebraba una fiesta universitaria y el local estaría hasta los topes de tíos buenos borrachos que acababan de terminar sus exámenes y tenían ganas de celebrarlo, su coto de caza favorito.
Tal y como nos prometió Adriana, pudimos entrar sin que nos pidieran la documentación, y en cuanto estuvimos dentro, ensordecidas por la música a todo volumen y cegadas por las luces parpadeantes, nos acercamos a la barra a por la primera bebida de la noche. No llevaba mucho dinero encima porque mis padres me habían dejado sin paga, pero confiaba en que Josema se estirara y me invitara a algo.
No me vi decepcionada en cuanto a su generosidad, y con el primer cubata en la mano, brindamos todos por la noche tan prometedora que nos esperaba.
-Voy a saludar a un amigo, ahora vengo. –Dijo Josema después del brindis. En su ausencia, las petardas de mis amigas aprovecharon para abordarme.
¡Pero tía! –Exclamó escandalizada, pero divertida, Virginia.- ¿Y Rubén?
-En su casa, supongo. –Le aclaré, muy satisfecha de mí misma.- Le dije que hoy no salía, que me iba a quedar estudiando porque mis padres estaban un poco moscas conmigo, y el muy memo se lo ha creído.
-Tía, que fuerte. –Sentenció Adriana antes de dar otro trago al cubata.
-Superfuerte. –Remató Maya.- ¿Y qué vas a hacer si se entera? Que Josema es su amigo.
-¿Y por qué iba a enterarse? –Le espeté.- No os vayáis a ir de la lengua que os conozco. ¡Que somos amigas, joder!
-No, si yo no digo nada... –Farfulló Maya, apartando la mirada.
No me gustó nada que no fuera capaz de mantenérmela. Conocía a Maya desde que éramos dos crías, era mi mejor amiga y sabía que solo apartaba la mirada cuando se ponía nerviosa… cosa que le pasaba muy a menudo. ¿Y si después de todo había sido ella la que le había tirado los trastos a Rubén y no al revés? Si Rubén la rechazó, luego podría haber dicho que fue cosa suya para que me cabrease con él y acabáramos cortando. Maya podía parecer tímida, pero la conocía lo suficiente como para saber que de mosquita muerta no tenía ni un pelo.
No obstante, me olvidé de mis sospechas cuando Josema regresó con nosotras.
-Mira lo que me ha dado mi amigo. –Anunció poniendo en mi mano una diminuta pastilla de color beige con una carita sonriente grabada a ambos lados.
-¿Esto es…? –Pregunté asombrada.
-Una pirula. –Asintió mostrándome discretamente otra antes de metérsela en la boca.- Aquí las toman todos para aguantar el tiempo que haga falta. Ya verás que flipe el subidón que pegan las muy cabronas.
Titubeante, miré a mi alrededor tratando de ver a alguien más tomándolas, pero entre la iluminación y la discreción que esas cosas conllevan no lo logré. Sin embargo al final cedí, quería causarle una buena impresión a Josema y no lo iba a conseguir con remilgos, así que yo también me puse la pastilla en la boca y la bajé con un trago del cubata.
El mundo no tardó en cambiar por completo. Las luces eran tan intensas que me cegaban, la música calaba tan dentro de mí que no podía hacer otra cosa que no fuera bailarla, los cubatas estaban mucho más ricos y la sensación de euforia que todo eso me supuso fue diez veces mayor que la de una borrachera común. Mientras duró el efecto de aquella mágica pastilla, me sentí más viva que nunca, y para celebrarlo, acabé pegándome el lote con Josema en una esquina de la discoteca casi sin darme cuenta.
Ya estábamos comenzando a meternos mano de forma incluso escandalosa cuando alguien comenzó a darme golpecitos en el hombro con insistencia.
-¿Qué pasa? –Gruñí girándome enfadada por la interrupción.
Maya, con los ojos como platos y muy seria, me señaló la entrada a la discoteca. Allí estaba Rubén, mirándome muy indignado. En cuanto se percató de que le había visto se dio la vuelta y salió corriendo a la calle.
-¿Le has llamado tú? –Le pregunté acusadoramente a mi amiga. No me habría extrañado nada que la muy zorra hubiera aprovechado la ocasión para jugármela.
-¿Yo? –Respondió como si mis palabras la ofendieran en lo más profundo.- ¿Pero cómo voy a haberle llamado yo?
“Zorra” pensé antes de dejar a Josema y salir corriendo a buscar a Rubén.
Todavía iba un poco colocada, así que me costó abrirme paso entre la gente y llegar al exterior. Cuando por fin lo logré, me encontré a Rubén subido en su scooter e intentando arrancarla… en contraste con la moto de Josema parecía una de juguete.
-¡Rubén espera! –Le llamé antes de que se fuera. Al parecer a la moto le estaba costando arrancar, así que logré alcanzarle a tiempo.- ¡Espera! ¡Por favor!
-¿Por qué? –Me preguntó dolido.- Ya he visto todo lo que tenía que ver aquí, te he visto con Josema, así que me piro, tía.
-¡Espera! –Insistí.- ¡Vamos a hablarlo, joder!
En realidad no me sentía en condiciones de hablar nada con seriedad, bastante tenía ya manteniéndome en pie con los tacones y la borrachera, pero al verle tan afectado por haberme pillado de marrón morreándome con su amigo me dio un poco de penilla.
-¿Qué hay que hablar? –Estalló.- Creo que está todo muy claro, te lo estabas montando con ese hijo de puta de Josema, ¿o acaso vas a negarlo? ¡Si os he visto!
-Escucha, todo tiene una explicación. –Fue lo único que se me ocurrió decirle, aunque no sabía qué explicación iba a ser esa.- ¿Podemos hablar un momento? Por favor…
-Déjame en paz, Sandra. –Me pidió poniéndose el casco cuando la moto arrancó.- Déjame en paz.
-Por favor… -Le dije casi suplicando. Cortar con él no me importaba, no cuando podía tener a Josema, pero me daba cosa dejar las cosas tan mal entre nosotros después de tanto tiempo juntos.
Se detuvo a pensárselo durante unos instantes, mirando al vacío con la moto en marcha, pero sin decidirse a marcharse.
-Vamos a mi portal y allí hablamos, ¿vale? –Le propuse.
Hizo un brusco gesto hacia abajo con la cabeza en señal de asentimiento, de modo que me subí de paquete en la moto y esperé a que se pusiera en marcha. No esperaba volver a casa tan pronto y en un vehículo tan poco digno, pero en el fondo era una buenaza…
-Ponte el casco. –Me ofreció, quitándoselo él y tendiéndomelo.
-No hace falta. –Le aseguré.
-¡Que te lo pongas, coño! –Se empecinó, y yo, por no cabrearle más de lo que ya estaba, lo cogí y me lo puse, aunque no me gustaba nada que me diera órdenes.
Inmediatamente nos pusimos de camino a mi casa. A esas horas de la noche no había apenas coches circulando por la carretera, y por suerte tampoco controles de la policía porque, aunque él no había bebido nada, estaba conduciendo sin casco. Durante la mayor parte del camino intenté pensar en las palabras que le diría cuando llegáramos al portal. Sin duda tendría que disculparme con él, por más que me jodiera hacerlo, e intentaría que quedáramos como amigos, como con su otra ex… pero entonces él apartó una mano del manillar de la scooter para pasárselo por la cara, y fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba llorando.
-¿Estás llorando? –Le pregunté algo preocupada. No me había esperado esa reacción para nada.
-¿Cómo has podido hacerme esto? –Replicó con un sollozo.
-Ruben… -Le dije al ver que la moto comenzaba a salirse del carril.
-¿Y por qué con Josema? –Continuó, muy alterado.
-¡Ruben! –Exclamé alarmada. La moto comenzó a hacer eses por el estado de nerviosismo de su conductor, y las luces de un camión se acercaban por el carril contrario.
-¡Joder, era mi mejor amigo…! ¡Ostias! –Bramó perdiendo por completo el control de la moto.
Grité mientras él intentaba virar, el claxon del camión tronó y sus luces cegaron mis pupilas, dilatadas por las drogas. Ignoraba que esas luces antes del impacto serían lo último que vería en vida.

Me quité un mechón de pelo sucio de la cara antes de llevarme la primera cucharada de comida a la boca. Por el tacto, podía notar que el bote que la contenía era de cristal, pero Dani se había olvidado de decirme qué tenía dentro, así que se podía decir que aquel día me tocaba cena sorpresa. Prefería averiguarlo por mí misma a tener que preguntárselo a alguien… no quería parecer una inútil hasta ese punto.
-Pues chica, no lo entiendo. ¿Por qué no? –Inquirió Abril al tiempo que yo daba el primer bocado a mi cena. Resultaron ser habichuelas.
No sabía por qué se lo había confesado. Quizá porque últimamente teníamos muy poco de qué hablar, o quizá porque estaba agotada de la dinámica que llevábamos siguiendo… pero, fuera como fuera, les acababa de contar a Cris y a Abril lo que ocurrió entre Carlos y yo dos meses atrás, cuando todavía estábamos en la Azohía. Después de no morir aquel día, sabía que el hecho de que nos acostáramos traería cola, y el instinto no me falló cuando, tan solo una semana más tarde, Carlos se empeñó en hablar conmigo en privado.
Sabía lo que me quería decir y sabía cuál iba a ser mi respuesta. Lo sentía por él, porque conociéndole sabía que habría estado toda la semana dándole vueltas a cómo decirme aquello, pero tuve que rechazarle.
Era lo mejor. Él era una buena persona, de la clase de gente que recibe una paliza de muerte para proteger a otra gente por la que no tendría por qué sentir ningún tipo de lealtad, y yo había demostrado que, como novia, no valía una puta mierda.
-Pues porque no. –Le respondí a Abril, pensando en el pobre Rubén. Tras el accidente quedó en coma y, cuando los zombis aparecieron, todavía continuaba así.
Después de aquella fatídica noche, cuando no estaba ocupada compadeciéndome de mí misma y mi nueva situación, me sentía terriblemente culpable por su suerte… aunque en aquellos momentos quizá lo mejor para él había sido no tener que ver lo que había ocurrido con el mundo.
-Está un poco desquiciado. –Admitió Abril, continuando con el tema.- Pero no sé, es mono. Si no le querías como pareja al menos te habría servido de follamigo.
-¿Qué es “follamigo”? –Preguntó Susi con mucho interés.
-Haced el favor de cuidar vuestro vocabulario delante de la niña, por favor. –Nos riñó Cris.
Los chicos no estaban allí. Dani había salido a mear con Sergio, el soldado decía que era más seguro hacerlo en parejas, y solo Dios sabía lo que estaría haciendo Carlos, pero probablemente vigilando el perímetro, como solía hacer obsesivamente cuando llevábamos más de dos días refugiados en un mismo lugar.
-Perdona.- Se disculpó Abril, aunque sin abandonar la cuestión.- El caso es que una alegría al cuerpo no le hace daño a nadie, si dices que no estuvo mal la primera vez…
-Es más complicado que eso. –dije sin querer entrar en detalles.
-Déjala, si no le apetece, pues no le apetece. –Exclamó Cris poniéndose de mi lado.- Aunque eso sí, pobre Carlos.
-¿Pobre por qué? –Repliqué indignada. Tuvimos una noche juntos, era más de lo que estaba previsto que fuéramos a tener alguna vez... tendría que haberse sentido afortunado.
-Porque has despertado a la bestia. –Afirmó Abril con seguridad.- Los hombres son muy modositos, hasta que fo… -Se interrumpió al ver que Susi no se perdía detalle.- …lo hacen por primera vez. Luego su único objetivo es repetir cuantas veces puedan.
-Y tú has abierto esa puerta. –Añadió Cris, asintiendo con tal seriedad que por un segundo casi comienzo a tomarlas en serio.
-Bueno, pues para eso tiene manos, ¿no? –Contesté siguiendo la coña.
-Hablando en serio, Carlos es un chico sensible. –Opinó Cris.- Si se te declaró de esa manera, es posible que le gustes por algo más que… por lo que tú ya sabes.
-Pues peor aún… -Murmuré volviendo a las habichuelas.
Cuando le rechacé no me pareció que lo tomara a mal, pero lo cierto fue que comenzó a tener una conducta cada vez más extraña y obsesiva a partir de entonces. Más de una noche le escuché despertarse en mitad de una pesadilla, cosa bastante común entre nosotros, que habíamos pasado por mucho… pero en su caso tenía la intuición de que se debía al trauma que sufrió cuando aquel grupo le secuestró y le dio una paliza. De algún modo, el recuerdo de aquello había comenzado a atormentarle, y eso empezaba a notarse en la dinámica del grupo.
Sergio seguía siendo de facto quien nos dirigía, pero la relación que mantenía con Abril estaba en su mejor momento, y eso le distraía de la toma de decisiones, así que, también de facto, el liderazgo lo había asumido Carlos. Él era quien proponía destinos, el camino a seguir y el tiempo que permaneceríamos allí, y Sergio se limitaba a asentir y tirar de nosotros… y todo eso estaba suponiendo una auténtica tortura para mí.
Habíamos pasado de buscar un lugar seguro a no buscarlo en absoluto. Carlos estaba convencido de que quedarse en un lugar fijo e intentar hacerlo habitable y duradero solo era una llamada para los zombis y para la gente hostil que había dispersa por todas partes… argumento que, después de lo vivido, nadie podía discutirle. Por culpa de esa convicción, llevábamos dos meses dando vueltas de un sitio para otro, evitando las carreteras grandes, moviéndonos por caminos secundarios, la mayor parte de las veces a pie, y deteniéndonos  solo en lugares aislados, como la estación de ferrocarriles de Calasparra, donde nos encontrábamos en ese momento. Pero nunca permanecíamos en un lugar así, por seguro que pareciera, más de dos noches. Al segundo día siempre comenzaba a dar vueltas por todas partes, buscando fallos de seguridad y discutiendo sobre la conveniencia de seguir moviéndonos, y finalmente terminábamos marchándonos y comenzando de nuevo el ciclo.
Esa dinámica era mortal para mí. Dada mi condición de invidente, andar caminando de un lado a otro, con mi hermano pequeño haciendo de lazarillo, era todo un engorro. Pero más aún lo era el tiempo que pasábamos encerrados en la casa, almacén o, como esa vez, estación de tren de turno. No podía participar en prácticamente ninguna actividad, solo podía sentarme en el suelo o en una silla y dejar pasar las horas… nunca pensé que sentiría envidia al escucharles hablar sobre los problemas que tuvieron la última vez que salieron a por comida, o limpiando de zombis la zona donde íbamos a quedarnos. Sabía que todo aquello no era cosa de broma, pero no podía evitar pensar que ellos al menos estaban haciendo algo.
-En fin, tú sabrás. –Se rindió Abril finalmente.- ¿No están tardando demasiado?
-Ya vienen. –Anuncié al escuchar unos pasos acercándose hacia la puerta de la estación. El caminar lento y pesado de Sergio contrastaban con la rapidez y ligereza de Dani.
Confirmando que tenía razón, se escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Los pasos más ligeros se dirigieron rápidamente hacia mí.
-¿Todo bien ahí fuera? –Le pregunté a mi hermano cuando le sentí sentándose a mi lado. Busqué sus hombros con la mano para pasar un brazo alrededor de su cuello.
-Sí, aunque hace un poco de frío. –Rezongó apoyando la cabeza en mi costado.
-Ojalá hiciera más. –Protestó Sergio sentándose junto a Abril.- Así podríamos encender un fuego y no estar aquí a oscuras. Pero creo que hasta el invierno que viene nos podemos ir olvidando de eso… ¿dónde está Carlos?
-Pensábamos que estaba ahí fuera. –Contestó Cris.- ¿No le habéis visto al salir?
-Pues no. –Admitió él.- Estará montando guardia, supongo.
-Como si hiciera otra cosa… –Dejó caer Abril.
-Bueno, alguien tiene que hacerlo, ¿no? –Repuso Sergio, que no entendía cuál era la objeción de su novia.
-Yo solo digo que esta es la segunda noche que pasamos aquí, cariño. –Le hizo ver ella.- Mañana empezará con el “deberíamos movernos”, “no deberíamos permanecer tanto tiempo en este sitio” y todo ese rollo… y ya sabes lo que pasa luego.
-Ya… -Murmuró el soldado al darse cuenta del problema.- Sé que dar vueltas por ahí es un coñazo, no hace falta que me lo recuerdes, pero tampoco podemos quedarnos aquí, varados en mitad de ninguna parte.
-Mañana nos iremos, y después de cuatro días acampando en mitad del campo volveremos a quedarnos varados en mitad de ninguna parte. –Se unió Cris a la protesta, al ver la oportunidad.- Es lo que hacemos siempre, ir de un lado a otro sin ningún objetivo.
-Sé de sobra que es duro, pero… -Fue a objetar Sergio, pero Cris no le dejó terminar la frase.
-¡Hay dos niños entre nosotros! Cada vez que acampamos fuera, Susi acaba resfriada. –Insistió.- No podemos seguir de esta manera.
-¡Agua! –Les avisé al escuchar otros pasos acercándose a la entrada de la estación.- Ya viene.
Todos se quedaron en completo silencio cuando Carlos abrió la puerta, entró y se acercó al grupo lentamente. Por un momento creí que nos había escuchado hablar, y que sus lentos pasos se debían a que al tiempo que caminaba nos lanzaba miradas acusadoras, pero enseguida me di cuenta de que más probablemente estaría buscándole más pegas a nuestro refugio.
-¿Has cenado? –Le preguntó Sergio, solícito.
-Eh… sí. –Contestó después de tener que hacer memoria para acordarse… Abril tenía razón, ya le había entrado la paranoia.- ¿Quién va a hacer guardia esta noche? Yo puedo hacer la primera, no tengo mucho sueño.
-Pues yo haré la segunda entonces. –Se ofreció Sergio, que comenzó a rebuscar algo en la bolsa de provisiones, a juzgar por el sonido de latas chocando entre ellas que escuché. Probablemente su propia cena.
-Y creo que mañana por la mañana deberíamos irnos. –Añadió Carlos, para sorpresa de nadie.
La idea fue acogida por un silencio similar al que se produjo cuando entró a la estación. Dani se revolvió incómodo a mi lado, él tampoco disfrutaba demasiado de su papel de lazarillo en nuestros viajes, y Abril carraspeó con la garganta, como dando a entender que ella ya sabía que eso iba a pasar.
-No sé si es demasiado pronto. –Se aventuró Cris.- Vale que no hay mucha comida por aquí, pero aún nos queda para aguantar por lo menos tres días más. Además, los zombis no han dado problemas desde ayer.
-Aun así, no deberíamos permanecer tanto tiempo en un sitio. –Se empecinó él.- Según el mapa, Calasparra está muy cerca de aquí, y ese lugar tiene que estar invadido.
-No está tan cerca. –Objetó Abril.- Y no les hemos dado ningún motivo para que se acerquen…
-¡No necesitan ningún motivo! –Exclamó él comenzando a perder los nervios.- ¿Es que ya no os acordáis? Esos bichos son como tiburones, nos huelen a kilómetros y siempre acaban viniendo. ¡Siempre! Mira lo que pasó en la zona segura, en la casa de Llano de Brujas, en la Azohía…
-Bueno, tampoco saquemos las cosas de quicio. –Medió Sergio.- Yo estoy con Carlos, tenemos comida, sí, pero las casas que hemos encontrado por aquí están saqueadas y este lugar no es especialmente cómodo tampoco.
-Vete a saber quién habrá saqueado las casas, podrían estar todavía por los alrededores… -Se temió Carlos con su alarmismo habitual.
-Que sí, que lo hemos entendido. –Le cortó el soldado.
Me gustaría haber objetado algo pero, ¿qué podía decir que les convenciera para permanecer allí? Además, probablemente tenían razón… Carlos podía estar pecando de exceso de celo, pero pecar de falta de celo podía salirnos incluso más caro.
-Pues nada, nos vamos mañana. –Anunció Abril con fastidio.- Será mejor que durmamos bien esta noche.
Siguiendo su consejo, en cuanto terminé de cenar no tardé en dirigirme a mi saco para intentar descansar un poco, aunque la perspectiva de regresar el día siguiente a las caminatas sin fin en dirección a ninguna parte no me hacía ninguna gracia. Añoraba el motel de carretera donde paramos tres semanas antes, allí teníamos hasta camas de verdad… pero solo nos quedamos una noche porque argumentaron que un lugar así era demasiado atractivo para cualquiera que pasara por allí. También echaba de menos el chalet donde pasamos casi una semana a mitad de Marzo, cuando Dani pilló un gripazo de aúpa, aunque pasáramos un poco de hambre. Habría echado mucho más de menos la casa que compartí con mi hermano y Cris en la Azohía si no fuera porque desde aquello parecía como si hubieran pasado años.
Unos minutos más tarde, todavía temiendo la llegada del día siguiente, comencé a escuchar la pausada respiración de Dani a mi lado, a la que pronto se unió la de todos los demás… todos menos Carlos, que estaba fuera vigilando, y Sergio y Abril, que cuchicheaban metidos en su saco, pensando que nadie podía escucharles. Probablemente fuera cierto, pero yo tenía el oído muy entrenado, por la cuenta que me traía, y con aquellos casi imperceptibles susurros era perfectamente capaz hasta de saber donde habían colocado el saco de dormir.
No me importaba escucharles, aquel era uno de los sonidos habituales de la noche a los que ya me había acostumbrado, igual que el de los grillos, que en cuanto comenzó a hace calor regresaron, tras un invierno de silencio, sin saber que el mundo que les esperaba era muy distinto al que dejaron. Como Sergio le había llevado la contraria a Abril con lo de marcharnos, no esperaba que los cuchicheos se transformaran en otros ruiditos más íntimos, como había ocurrido más de una noche, de modo que los ignoré y me concentré en intentar dormir.

11 comentarios:

  1. Medio solo? Pero que clase de sádico eres???
    Empieza bien... estoy deseando poder seguir leyendo.
    Muchas gracias monstruo

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  2. Gracias por el aporte, pero mira que dejarnos a medias... jajaja Espero que termines pronto!! n_n

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  3. Solo son 7 capítulos más por escribir y una lenta y horrible revisión después T_T

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  4. Interesante planteamiento inicial. Ahora ya sabemos quien era el personaje POV nuevo, jaja, menos mal que al final no fue Abril.
    Pd: Sandra era un poco zorra, ¿no?

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  5. Juraría que inserté un comentario.

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  6. Alejandrooooo!!!
    Cómo va la criatura?
    Me muero de la impaciencia!

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    1. Avanza, no sé si estará para tus vacaciones, como querías, pero avanza. A este ritmo, con revisiones y demás, debería estar a principios de Septiembre preparado para ponerse a la venta.
      Pondré otro adelanto en unos días, y miraré a ver si las votaciones se han arreglado o qué pasa.

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  7. No pasa nada. Compré el de Señores de la Noche!! :-)

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    1. Guay. Ahí no hay zombis, pero espero que aun así te guste xD

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