11 de Enero de 2013, 22 días después del primer brote, 4 días antes
del Colapso Total.
Mark Ford, CIA. Parte 2
No estábamos
disfrutando precisamente la visita a Guantánamo, eso seguro. El centro de
detención había sido tomado a partes iguales por los muertos vivientes y por los
presos rebelados, que se habían liberado de sus captores marines aprovechándose
de que las medidas de seguridad se habían desactivado al perder el centro el
suministro eléctrico. En nuestra búsqueda de Mamud Azizi, peligroso terrorista
de Al Qaeda, y la información que pudiera tener sobre la plaga de muertos
reanimados que azotaba el mundo, cinco soldados habían caído, y él último de
ellos, junto a la capitana Olivia Walsh y yo mismo, habíamos sido hechos
prisioneros por los prisionero sublevados.
Después de
desarmarnos por completo nos habían quitado la ropa y nos habían obligado a
vestirnos con el uniforme de presidiario, de un color naranja chillón.
Desfilábamos junto a una valla en dirección desconocida, a un lado los
prisioneros sublevados nos abucheaban e insultaban, al otro, los muertos
vivientes se lanzaban contra la valla clamando por nuestra carne. Tres hombres
con armas automáticas nos vigilaban, preparados para acabar con nosotros al
primer movimiento brusco.
Pese a que
la situación era crítica, no podía decir que tuviera miedo… el miedo es para
las personas sensatas, y nadie que se dedique a lo que yo me dedicaba podría
calificarse como sensato. Quienes sí se comportaban como personas sensatas eran
la capitana Walsh y el soldado, cuyo nombre, si no recordaba mal, era Sanders.
Walsh se frotaba el pecho, en el lugar donde había recibido el disparo que el
chaleco antibalas detuvo, dolorida.
-¿Qué van a
hacer con nosotros? –Preguntó Sanders intentando hacerse oír por encima del
estruendo tanto de los vivos como de los muertos.
No le
respondí, seguramente iban a matarnos de una forma cruel e imaginativa, ¿para
qué asustarle más de lo que ya estaba? Mi gran esperanza seguía siendo lograr
sacarle algo a Azizi aprovechando su situación de superioridad, como la
confesión que el héroe le saca al villano en la película cuando éste cree
ingenuamente que va a matarle… solo que en eso era ficción y en la vida real no
había huídas milagrosas que nos pudieran salvar. No viviríamos, pero el
diminuto comunicador que llevaba en la oreja y que no me habían visto haría que
Ryan lo escuchara todo. La misión se terminaría cumpliendo.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario